LA LLEGADA de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de República abre un sinfín de oportunidades para el país, entre los que sobresalen un camino fortalecido en materia comercial, del que se reciben recursos importantes provenientes de las exportaciones, además de divisas que deja el turismo, la factura petrolera y un amplio abanico de inversiones productivas.
Además, el nuevo gobierno tendrá a su merced a un Poder Legislativo a modo; un sector empresarial silencioso y adulador mientras sus ganancias por los elevados réditos no se alteren, y un tercio del país a su servicio mientras los programas sociales no fallen.
Sin embargo, los retos también son muchos.
El hecho de recibir un país con un crecimiento del PIB mediocre de entre 1 por ciento y no del 6 por ciento, como se prometió -como ocurrió en otros sexenios-, implica muchos retos y coloca al gobierno de la 4T en el mismo tono que las administraciones anteriores que hablaron de elevado dinamismo económico y el resultado fue el mismo que en el pasado.
Habrá muchos desafíos por el lado de las inversiones, ya que dirigir una nación con una economía debilitada, un ambiente político deteriorado y elevada incertidumbre, nos hace vaticinar que tendremos un sexenio con expectativas poco optimistas.
Será doble el esfuerzo del gobierno de Sheinbaum para construir un ambiente que estimule la actividad económica y a ella le tocará demostrar que las magnas obras de su antecesor fueron rentables y que socialmente hablando no han réplica. De otro modo, cargará con las críticas un gasto inútil con cargo a la nación y sociedad que cada día cuenta con un padrón de contribuyentes más delgado.
La reforma al Poder Judicial es probablemente el mayor reto que tendrá enfrente Claudia Sheinbaum para los próximos años. Si la decisión nos lleva a un clima de incertidumbre jurídica y pérdida del estado de derecho, la decadencia del sistema republicano, la democracia y equilibrio de poderes será de pronóstico reservado.
En materia económica, coinciden muchos expertos, hay una amenaza que toca la puerta de manera persistente: La sostenibilidad de las finanzas públicas.
El desafío de tener finanzas públicas sanas ni es nuevo ni fácil de sortear. Hemos visto en el pasado crisis sexenales por incumplimiento de metas en el PIB o por no guardar los equilibrios adecuados. Al quedar muy lejos de lograr un crecimiento económico de 6 por ciento habrá que tomar las providencias ante un alto impacto en el ingreso-gasto del gobierno.
De acuerdo con el CEESP, para el primer año del nuevo gobierno se prevé una tasa de crecimiento de solo 1.5 por ciento. La expectativa se eleva a 2.0 por ciento para 2026, y eso no anticipa una recuperación importante, sobre todo si se considera que el pronóstico promedio anual para los próximos diez años se mantiene en 2.0 por ciento.
Con esa proyección es muy difícil la sostenibilidad de las finanzas públicas debido al entorno de fuentes de ingresos débiles y crecientes gastos, con un nuevo gobierno que tiene como principal problema un margen de maniobra muy limitado, en donde los gastos obligatorios representan más del 60 por ciento del gasto total.
Para el nuevo gobierno los retos son muchos: Tendrá que resolver el entorno de baja inversión, inseguridad, corrupción y delincuencia, que son factores que restringen la inversión y el crecimiento. Se antoja difícil pero no imposible que la nueva administración se enfoque en crear un ambiente de seguridad y libertad en todas sus dimensiones.
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