Catrinas y catrines salieron de sus tumbas antes de tiempo para dar la bienvenida a las tres escuderías de la Formula 1 que se hospedaron en el hotel Presidente InterContinental Ciudad de México.
Y es que, a decir de tan singulares personajes, no podían dejar de tomarse la fotografía del recuerdo con quienes el fin de semana pasado compitieron en el Autódromo Hermanos Rodríguez.
Álvaro Rey, gerente general del hotel, quiso pasar desapercibido ante los ojos de quienes paseaban por el lobby del inmueble, pero fue captado ‘infraganti’ cuando subió a saludar a los personajes momificados que estaban en el altar de muertos.
Después, no le quedó más remedio que saludar y tomarse fotografías con las tres distinguidas catrinas y un montón de catrines.
Tras la recepción, dando la bienvenida a los huéspedes había catrinas con el uniforme del hotel; los catrines con sus camisas blancas y chalecos negros repartían pan de muerto, chocolate calientito o vino y, todos mostraban sus huesos y dentaduras simulando grandes, atrevidas y seductoras sonrisas.
Huéspedes e invitados sacaron sus cámaras fotográficas y lanzaban su flash a diestra y siniestra capturando a las catrinas que no dejaban de posar con quienes se lo pedían y qué decir de los catrines que entre el flash de las cámaras y las selfies dieron vuelo a su esquelético rostro.
Esmeralda Hinojosa y Gerardo Laoconte de Catrinas Contemporáneas, desde hace nueve años, llegan con su equipo de trabajo a la propiedad para encontrar y detallar la calavera de cada una de las personas que así lo desearon llevan consigo. Al final todos somos calavera y el equipo de Esmeralda y Gerardo rescatan cada hueso de tu rostro, lo iluminan y sacan tu mejor sonrisa.
“No es tarea difícil”, dice Esmeralda, y debemos reconocer que su experiencia ha rebasado fronteras y hoy tienen muestra en fotográfica en Japón donde resaltan la belleza de las catrinas.
Así, las catrinas elegantes y coquetas paseaban recordando que el mexicano se ríe de la muerte, aunque en el fondo su risa es de dolor y tristeza porque recuerdan a quienes ya no están con nosotros.
La tradición de estas cadavéricas figuras, vestidas con elegancia datan de la caricatura realizada por José Guadalupe Posada, quien realizó el dibujo de figura representativa de los vendedores de garbanza, que siendo pobres aparentaban ser ricos y escondían sus orígenes indígenas por ello la llamó, “La calavera garbancera”.
Su fama creció cuando en 1947 Diego Rivera la plasmará con el nombre de “La Catrina” en su obra “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”.
Verlas, año tras año, en el hotel de Polanco, es gusto que sigue atrayendo a huéspedes e invitados que no dejamos de admirar el excelente trabajo realizado.
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